Llevamos varios meses realizando estas leyendas semanales, cada una dedicada a un lugar o una imagen en concreto, pero esta semana y para “despedirnos”, os vamos a hablar de varias leyendas ocurridas en Sevilla y que guardan relación con alguna de sus hermandades más conocidas. Y es que, siempre hemos oído sobre Sevilla leyendas como la del Cachorro de Triana, el por qué de “La Valiente” para referirse a la estrella, o cuando a la Macarena la cambiaron por un reloj, pero… ¿Sabías que hermandades como el Cristo de Burgos o Santa Cruz también tienen leyendas?
- EL CRISTO DE BURGOS.
En la puerta del Cristo de Burgos, sucedió un hecho particular y que hizo cambiar la visión y la forma de ver de esta querida imagen. Una mujer entra al templo, para rezar por la salud de un familiar que se encontraba en estado crítico. Había acudido a varios médicos y ninguno de ellos le daba una alternativa ni una cura exacta para lo que aquella persona padecía. Sin tener nadie con quien hablar ni a quien acudir, se arrodilla frente al señor y comienza a rezar, inmersa en su plegaria. Y sumida allí, nota que la temperatura baja, sintiéndose acompañada. En ese momento alza la mirada, y mira a su señor que tanta devoción le guardaba, quedándose petrificada al ver que éste la mira y le dice: No te preocupes. La señora, asustada, sale corriendo del templo, e incluso paró a varios transeúntes inmersa en el pánico que aquello le provocó. Todos la tomaban por loca, pero lo curioso es que llega a casa, y que al llegar recibe una llamada telefónica que le comunica que, aquel familiar por el que ella pedía con tanta fe al Cristo de Burgos, había tenido una notoria mejora milagrosamente, y que se encontraba bien dentro de la gravedad que padecía.
-EL NAZARENO FANTASMA.
Casi al final de Mateos Gago, nos encontramos con una iglesia que tiene mucho que contar. Hablamos De la Iglesia de Santa Cruz, iglesia que le da nombre a la hermandad que en ella habita. Aquí tiene lugar una de esas historias bellas y evocadoras, que verdaderamente nos hace pensar si hay algo más allá. Es común que, cuando una hermandad se recoge, los hermanos entran y rezan junto a sus titulares, dejando las insignias y volviendo camino a casa. Pues bien, así ocurrió, aquella noche en esa hermandad, y es que estando únicamente los miembros de la junta que se disponían a guardar los cirios e insignias, miran hacia el paso del señor y se encuentran frente a él un nazareno. Tenía el capirote bajo el brazo, y rezaba fervorosamente a su imagen titular. Uno de los hermanos, con cierto desprecio le dijo: Hermano, hemos acabado la estación de penitencia, se tiene que ir. Y el nazareno se volvió, los miró, y como si no hubiera oído nada, continuó con su rezo. La segunda vez que le llamaron la atención, éste volvió a girarse, y les hizo un gesto de como que ya se iba. Pero lejos de ello, se acercó al paso de virgen, y presinándose frente a ella, volvió a inmergirse en su rezo. Y en ese momento, el otro miembro de la junta que allí presente estaba, soltó la típica frase: No te ha hecho ni caso. El otro, ya un poco mosca, elevó el tono, y de una manera muy irrespetuosa le dijo: Hermano, que se tiene que ir, dando palmadas a la vez. Es entonces cuando el nazareno volvió a mirar, con una mirada desafiante, y se quedó allí. Fueron varias las veces que le dijeron que se marchara, y a la tercera, el nazareno se volvió, miró fijamente a sus queridos titulares, y dando un paso atrás, desapareció. Los otros dos se quedaron perplejos, era imposible que hubiera salido por la puerta, porque estaba cerrada y lo habrían escuchado. Lo cierto es que había desparecido. A partir de ese año, ese nazareno se va apareciendo de una forma alternativa, y todos los que en esa hermandad están metidos, aseguran que en Santa Cruz hay un nazareno especial.
-EL GRAN PODER Y ARAUJO.
Juan Araujo, ex jugador del Sevilla Fútbol Club, tuvo una gran experiencia con el señor del Gran Poder. Tenía una vida próspera, cuando su felicidad se vio truncada cuando a su hijo le detectaron una enfermedad grave. Tras haberlo llevado a todos los médicos, ninguno le dio solución, y con un hilo de esperanza, acudió a San Lorenzo para pedirle al señor del Gran Poder que lo curara. Y así, la historia se repitió día tras otro, hasta que el niño murió. Es ahí cuando, enfadado, fue de luto a la capilla únicamente para decirle al Señor: Que sepas que no voy a venir más a verte por no haber querido curar a mi hijo, si quieres verme vas a tener que venir a mi casa. Pasaron los años, y se celebró una misión donde se llevaron a las imágenes a los barrios más pobres para llevar el mensaje de la fe. Y así, un grupo de costaleros llevaba al señor al hombro hacia Nervión, cuando en mitad de la noche comenzó a llover. Los hermanos, muy agobiados buscaron donde aguardar al señor para que no se mojara, y vieron la puerta de un garaje abierta. Llamaron a la puerta, y era el garaje de la casa de Juan Araujo. Éste preguntó que quien era, a lo que los hermanos contestaron: Ábranos, venimos con el señor del Gran Poder. En ese momento, el ex jugador no sabía donde meterse, y bajó a abrir la puerta, encontrándose cara a cara con el Gran Poder, que como si de un desafío de hombres se tratara, fue a verlo a su casa tal y como él le dijo que debía hacer. Es justo ahí cuando se arrodilla, y llorando pidió disculpas al señor, ya que él sí supo perdonar sus palabras, fruto de aquel enfado años atrás.
-EL MISTERIO DE LA LANZADA.
Si alguien osa a robar en una iglesia un objeto de culto, debe saber que sobre él, al igual que ocurría con los faraones egipcios, puede caer una terrible maldición. Pues bien, algo así ocurrió en la presente historia, ya que en 1421 apareció en las obras De la Iglesia de San Martín una caja de plomo con reliquias. Era la corona de espinas de Cristo, un acontecimiento que pondría en vilo la ciudad, y la cual fue guardada en una urna de cristal para que pudiera ser visitada. La espina estaba dotada de poderes curativos, y se llevaba a casa de los enfermes, entre otras cosas. Esta es la famosa espina de aquella leyenda de los Cristos de Juan de Mesa que contamos con anterioridad. Esa espina dio lugar a una hermandad. En 1657 el sacerdote Agustín de Herrera debía acudir con la espina a casa de un enfermo, y al regresar se encontró la iglesia cerrada, llevándosela a casa. Aquella noche, la casa del sacerdote fue asaltada, y entre los objetos robados estaba la reliquia. La ciudad entró en cólera, invadida por la pena y la desgracia. Pero, 30 años más tarde de aquella fatídica noche, un fiel entró en San Martín, y bajo secreto de confesión entregó la reliquia, ya que aseguraba que desde que estuvo en su poder, sus amigos y familiares solo sufrieron males y desgracias. Arrepentido, entregó la reliquia y se arrepintió.
María Orellana Cózar.
Twitter: @MariiaOrellaana
Instagram: @mariiaorellana
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