jueves, 7 de mayo de 2020

La Semana Santa y el Arte: La Crucifixión de Miguel Ángel y el Cristo de la Expiración

La semana pasada comenzábamos con esta nueva serie de artículos que relacionan la iconografía de las imágenes que procesionan en la Semana Santa de Sevilla, con importantes obras de arte de los más afamados artistas a nivel mundial, en la entrega de hoy de nuevo volvemos la mirada al siglo XVI para tratar la relación que puede existir entre una obra pictórica del gran artista florentino Miguel Ángel Buonarroti y el Crucificado que Marcos Cabrera hiciera para la Cofradía del Museo en el año 1575.

Miguel Ángel tuvo un encargo de su amante Victoria Colonna, marquesa de Pescara y una de las mujeres más influyentes del cinquecento italiano. Esta pidió a Miguel Ánguel un cuadro con la Crucifixión para colocarlo en su oratorio privado, Miguel Ángel hizo algunos bocetos, que hoy se pueden ver en el Museo del Louvre y en el Museo Británico, los cuales se harán grabados que serán difundidos por toda Europa. El resultado final de este encargo sería una Crucifixión con la Virgen María y San Juan Evangelista, al cual le añade cuando su amante muere, la imagen de María Magdalena abrazada a la cruz. Hoy día esta obra desgraciadamente no la conservamos, pero sí se conservan algunas copias que ralizarían sus discípulos, una de ellas se encuentra en España, más concretamente en la Concatedral de Logroño, la cual muchos expertos en la materia se la atribuyen al mismo Miguel Ángel.

Izq: Museo Británico/ Centro: Museo del Louvre/ Dcha: Concatedral de Logroño

No sabemos cual de esas obras fue la que inspiró a Marcos Cabrera para realizar el encargo que le hizo la Cofradía del Museo, pero está claro que este artista las conocía ya que el Cristo del Museo es una obra tremendamente manierista, donde podemos apreciar la línea expresiva ‘serpentinata’ y un audaz escorzo que marcan con un ritmo ascendente la contorsión corporal hasta concentrar dramáticamente en el rostro todo el peso del dolor humano y divino del Redentor. En el rostro, donde Cabrera queriendo acentuar las notas trágicas al inminente final, introduce un intencionado patetismo de estética naturalista, que precursiona el barroco sevillano.
La enorme fuerza expresiva, dotada de un inédito dinamismo se hace presente en el valiente escorzo que le hace ‘salirse del paso’ cuando procesiona en la noche del Lunes Santo. Esta imagen consta de una particularidad, al igual que otras imágenes de Sevilla, de la misma época, no está realizada en madera, sino en papelón, un material más ligero y barato.
El tremendo éxito y calidad de esta imagen hizo que la cofradía mandase a tirar los moldes al río Guadalquvir, aunque esto no sabemos si fue cierto, ya que es una de las tantas leyendas populares que tiene Sevilla y su Semana Santa.

Mario Rosales Antequera.
Twitter: @MarioRosales7
Instagram: @mario_rosales97

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