La leyenda de la que hablamos es la que nos cuenta la aparición de la virgen. Según varias referencias populares, en el siglo XV un cazador perteneciente a la Villa de Almonte , mientras paseaba con sus perros observó cómo en un olivo cercano a las marismas de aquel lugar llamado la Rocina los perros parecieron volverse locos, comenzando a ladrar sin ton ni son. El cazador, pensando de que de una nueva presa se trataba, se acercó, sorprendiéndose al ver a una virgen situada entre las ramas. Era una talla que llevaba puesto un manto de lino blanco y verde, y en su espalda se había tallado: Nuestra señora de los remedios.
El hombre no se lo pensó dos veces, y decidió llevársela a casa. Pero a mitad del camino, se sintió cansado y decidió recostarse en una piedra para así descansar un rato. Al despertar de aquella siesta Lila, se percató de que algo fallaba, y es que la virgen ya no estaba a su lado. Afligido volvió al lugar y la vio en el mismo sitio donde la encontró, comprendiendo que allí querría que se le venerara culto. El cazador volvió a Almonte a contar lo ocurrido, y Salió el clero y el cabildo al lugar de la partición. La vieron tan encantadora que comenzó a ser el motivo de la más fervorosa devoción en ese mismo momento.
La aldea del Rocío se encuentra en un punto equidistante entre localidades de las tres provincias Cádiz, Huelva y Sevilla; por lo que, su emplazamiento estratégico, ha hecho pensar a los historiadores e investigadores del fenómeno rociero, que la ubicación de su ermita hubiera sido promovida con una finalidad evangelizadora, y más concretamente de cristianización del lugar, tras la reconquista de estos territorios a la población islámica. Desde el siglo XIII, tras la reconquista, este espacio (Doñana) fue nombrado cazadero real, porque desde un principio los monarcas cristianos supieron de la abundancia de caza en estas tierras, y por tal motivo han permanecido casi intocadas por el hombre, quien tan sólo se adentraba en ellas con finalidades cinegéticas o para aprovechar los recursos naturales tales como la piña o la madera, lo que ha hecho que hayan llegado hasta nuestros días de una manera que diríamos, tan natural. Se tiene constancia de la ermita desde el 1309.
María Orellana Cózar.
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