Si alguna
vez has paseado por la capital cordobesa, no tenemos ninguna duda de que has
acabado enamorado y deseando volver a pasear por sus calles. Pero, si ya la
ciudad de por si te enamora, más lo hará cuando conozcas las innumerables
leyendas que ella oculta. Ya hemos hablado en el blog de la leyenda de la
virgen de las angustias; también es muy conocida la leyenda del esparraguero,
un Cristo crucificado traído de las Américas al que la plebe cordobesa le
regala espárragos. Pero hoy vamos hablar del Cristo de los faroles, y de la leyenda que a él se le
adjudica.
Si habéis
paseado por Córdoba, cuando entres por la cuesta del Bailio llegas a la plaza
de los capuchinos, una plaza muy transitada y famosa por la imagen que allí
alberga. Aunque en realidad no se llame Cristo de los faroles sino que se llame
Cristo de los desagravios y misericordia, es una escultura que ha sido
rebautizada por los cordobeses ya que posee a su alrededor ocho faroles que
representan las provincias andaluzas. Hablamos de una escultura realizada a
finales del siglo XVIII y que ha sido protagonista de innumerables coplas,
canciones populares y leyendas, ya que siendo una escultura de mármol se podría
decir que es de las más veneradas de Córdoba. Y es que el lugar donde está
situada, la plaza de los capuchinos, hace que este Cristo impacte más ya que la
plaza posee el empedrado original del casco histórico cordobés.
Pero si ya
en lugar de por si os parece mágico, más os parecerá cuando conozcáis la
leyenda que a este lugar y a esta imagen se les adjudica. Según una leyenda
popular, desde que la imagen del Cristo se colocó en aquella plaza, todas las
noches se escuchaban pasos firmes paseando por allí. Algún que otro curioso se
atrevió a sumarse para ver qué ocurría, encontrándose frente al Cristo a un
hombre encapuchado, el cual avanzaba lenta y sigilosamente, como si en vez de
andar levitase. Una vez frente a la imagen, aquel misterioso hombre susurraba
unas palabras incomprensibles, y luego desaparecía misteriosamente.
Nunca nadie
logró ver su rostro, ni siquiera logró identificarlo. Pero una noche el hombre
encapuchado reveló su secretos a la comunidad que custodiaba la imagen del
Cristo. Se trataba de un soldado que años atrás fue asaltado
por unos bandidos, y estando a punto de morir despertó desorientado frente a la
imagen del Cristo de los faroles. Desde entonces, aquel hombre visitaba al Cristo que lo salvó todas las
noches a la hora del asalto, únicamente para agradecerle por su vida. No
sabemos si este hombre era real o si de una presencia fantasmal hablamos, lo
que sí podemos decir es que, una vez contada su historia, aquel señor
desapareció para siempre, y nunca más volvió agradecerle al Cristo de los
faroles que lo salvó.
Pero no es
solo esta la única anécdota que ronda alrededor del Cristo de la plaza. Y es
que un hilo en la red social de Twitter haría que de esta imagen y de esta
plaza se volviese a hablar. Pero esta vez no tiene relación alguna con el
Cristo, sino con la reja que lo rodea. Según cuenta este tuitero a principios
del siglo XX un vecino se encargaba de manera altruista de la custodia
mantenimiento del monumento. El mismo era el que pagaba los gastos de las
lámparas de aceite que por aquel entonces rodeaban al Cristo cordobés. Este
mismo vecino veía como otros monumentos más “insignificantes” a nivel
devocional poseían rejas que lo custodiasen. Así que el mismo decidió pagar una nueva reja que se instaló
en 1924. El alcalde de Córdoba, José Cruz Conde, tras conocer la opinión de la
comisión de monumentos de la ciudad, decidió que la reja debería retirarse. Este
asunto llegó hasta Madrid, donde el vecino defensor de la reja explicó que lo
que debería de hacerse era eliminar las lámparas de aceite y sustituirlas por
lámparas eléctricas para que las escaleras que se usaban para encenderlas no
deteriorasen las columnas que rodean a Cristo. Así, sin hacer caso omiso de la
instalación de la reja, se pasó a cambiar las lámparas y no solo la reja se
quedó donde estaba, sino que hoy en día es un lugar que cualquier viajero que
visita la ciudad va a ver.
María Orellana Cózar.
Twitter: @MariiaOrellaana
Instagram: @mariiaorellana
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