Desde su altar de plata, una noche, a principios de año, quiso bajar y salir de su capilla para ver la iglesia que desde hace casi un año no veía, y así fue, lo trasladaron, entre una multitud de gente, para que estuviera nueve días siendo la sombra del magnifico retablo del Salvador, días de conversación con el Padre, que en lo más alto del retablo lo esperaba, como cada año, el Señor tuvo tiempo de ver a Sevilla, desde otro punto de vista, pero siempre, con la misma dulzura en su rostro y esa eterna zancada adelantando el pie izquierdo como si pareciera, que venia andando por una senda, salido de ese retablo.
400 años, cuidando a tu ciudad y velando por ella y siempre a la derecha del Padre. Señor sigue cuidándonos, que nosotros los sevillanos, desde el suelo, seguiremos rezando.
@MarioRosales7
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