
Al igual que ayer, cuesta desayunar, me arreglo, me despido de mis padres y voy en busca del coche. Hoy mi madre no me ayuda a colocarme la capa, ni me recuerda que tengo que coger la papeleta de sitio.
El camino a Sevilla es tranquilo. ¿Me dará tiempo a llegar a la misa? Ojalá encontremos aparcamiento pronto o no haya mucho atasco en la entrada a la ciudad.
El día de hoy es realmente nuevo para mi. No es lo mismo el sentimiento por una hermandad a la que perteneces desde pequeña, al que sientes por la hermandad en la que has ingresado con una edad más avanzada. La madurez con la que afrontas los sentimientos es muy distinto, como preparas el hábito e incluso la manera en la que almuerzas; no hay prisas, hoy todo fluye.
Aún no me acostumbro a salir "tarde". Se me hace raro no salir corriendo a vestirme después de comer. ¿Qué hora es? Ah aún me da tiempo de vestirme e ir a ver San Pablo por la calle Águilas, pero rápido porque no quiero que se me eche el tiempo encima.
Vuelvo a casa para vestirme. Me pongo los vaqueros, una camiseta ceñida al cuerpo y me pongo mi túnica negra. Bajo hasta el portal y me pongo el capirote. Normalmente en este momento estoy acompañada de mi hermana. Siempre vamos de la mano los Domingos de Ramos, pero hoy no, voy completamente sola. Dejo a Ismael atrás para que el disfrute de la jornada tan bonita que es el Lunes Santo y sigo mi camino hasta San Andrés.
Que larga se me hace la calle Cuna este día, me parece que no voy a llegar nunca a Orfila y ver de fondo la plaza. Llevo el DNI, la papeleta, la medalla y el móvil. Vale, esta todo.
Entro y revisan si voy correctamente vestida, paso a la iglesia y busco el listado de mi tramo. Tengo poca antigüedad, con lo que voy en el primero, pero al final. Voy a los pies del Señor y dejo el sobre del Lunes Santo. Busco a mi diputado y hoy si que no me muevo del sitio más que para ir a los pies del paso. El tiempo dentro pasa muy deprisa, no te das cuenta y ya están repartiendo los cirios. Se va acercando la hora y formamos los tramos. Dan las 18:25 y se abren las puertas...
Hoy nadie va a venir a verme. No veré a nadie conocido durante el recorrido. Hoy tengo 4 horas a solas con el Señor.
Nunca había vivido tal experiencia como nazarena. El hecho de que la hermandad, por decirlo de alguna manera, vaya sola es una tranquilidad muy grande para un nazareno. No te tienes que preocupar más que de rezar. También es rara la primera entrada en Campana. Pero esa primera vez es agradable, estas desubicada pero estas tranquila porque sabes que todo va bien. La calle Sierpes por la que pasas todos los días, hoy no es la misma y menos con mi hermandad. El silencio, la admiración hacia el nazareno, los niños mirando embobados. Llegar a la Plaza de San Francisco tan llena de gente y ver de lejos la Giralda. Y entrar en la Catedral. Entrar en la Catedral es como entrar en un trance de silencio y oración. La Catedral que día a día está plagada de gente, ahora se ve vacía. Cuando estas dentro de la Catedral te acostumbras a un silencio que durante el recorrido, no has tenido. Ese silencio sepulcral que te invita aún más a entrar en ti mismo, y cuando vuelves a salir, vuelves a la realidad.
Todo se me hace extraño hoy. Se podría decir que no se ni por donde voy, y es raro las calles del recorrido las frecuento a diario. La llegada al Salvador es como llegar al cielo. Ver la plaza abarrotada es algo que se puede ver casi cualquier día, pero desde los ojos de un nazareno es completamente distinto. La calle Cuna que a la ida a la hermandad iba vacía, ahora está llena y, como ya ha caído la noche infunde más respeto si cabe. Ahora no es tan larga, ya vamos de vuelta y enseguida veo Orfila.
Llego a Daoiz y parece que todo está siendo un sueño. Cómo puede ser que estando la calle tan llena y la plaza tan llena y no se escuche ni un alma. Es impresionante. Cuando pasamos de el dintel no ves nada, no te das cuenta y ya no tienes el cirio. Vamos al fondo de la Iglesia. Hasta que no entre el último hermano no se va nadie.
Cada vez somos más los que estamos dentro y la situación empieza a ser algo incomoda. No nos podemos quitar el capirote y al ser bajita no respiro bien, somos muchos. Veo de puntillas y entre los capirotes a los ciriales y como puedo intento ver el paso entrar. Se coloca el paso en mitad de la Iglesia y toca esperar a las cruces. Hasta que no entra la última no se mueve nadie. Pasan las cruces y se cierran las puertas, se encienden las luces y es hora de que recemos todos juntos al señor. Ahora si, la estación de penitencia ha acabado.
Laura Yáñez Sancho.
Twitter: @itslaurayanez
Instagram: @itlaura_
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